28 Dic 36. Ajo y agua
MEMORIA DE PAPEL
El lenguaje es un medio de comunicación, tal vez el más eficaz, que tiende a la economía de recursos. Una de sus reglas contempla la idea de decir lo máximo posible con el menor número de unidades. Este capítulo aparece reflejado en la expresión Ajo y agua que no recurre a los latines precisamente, sino a una sabiduría popular que pulula con frecuencia en la calle. Esa inteligencia del pueblo que en muchas ocasiones se desprecia. Se utiliza para afirmar con rotundidad que no se puede llevar a cabo una empresa y uno no tiene más remedio que resignarse. Ajo y agua pasan a ser dos hijos eufemísticos de a joderse y a aguantarse, cuando no salen las cosas tal y como se pretenden. En determinados contextos cobra una fuerza y vigor inusitados. En España y, fundamentalmente, en Andalucía, esta fórmula mágica resume gráficamente el sentir de un pueblo que debe resignarse ante la incógnita sin resolver de las lluvias torrenciales. No es suficiente que este proceso tenga carácter cíclico para resolver un problema que sólo interesa cuando Santa Rita suena. Todos son conscientes de que esta comunidad sufre con asiduidad la mordedura del escorpión de la sequía, aunque de vez en cuando se oyen los tambores de la lluvia que siempre nos cogen desprevenidos. Sólo cuando rugen, nos echamos las manos a la cabeza. Cuando dejan de caer ranos, dejamos en el tintero todos los proyectos para otra ocasión. ¡De aquí a que llueva otra vez!
Con el peligro de convertirnos en una pescadilla, una realidad que cada cierto tiempo se muerde la cola. Tal vez sea más rentable indemnizar a los damnificados que realizar unas obras para controlar el agua. ¿Qué sería de los políticos si nadie se quejara?¿De qué otra forma ganarían votos y prometerían actuaciones? La experiencia debería ser una maestra más aplicada o los políticos unos alumnos más aventajados para meterle mano a esta situación en el momento adecuado y no cuando el virus ataca de nuevo.
Al final, las culpas caerán sobre el techo de una educación mal planteada que nos lleva a estos barrancos. De excusas sobrevive el hombre. Si toda esa imaginación la derrochara en buscar soluciones, esta columna de hoy no tendría sentido.