08 Mar 39. La indiferencia
MEMORIA DE PAPEL
En un armario de la memoria florece el recuerdo de un fragmento de Cela en el que la ternura y la indiferencia se daban cita a la vez; en el que se retrataban con maestría dos mundos antagónicos: por un lado, un torero herido por las astas de un animal arrastra la agonía de su vida en un jergón que gime la muerte sin esperanza de un hombre atrapado en el salón de sesiones de un ayuntamiento. De otra parte, se alza el bullicio de un pueblo alejado, voluntaria y conscientemente, de esa realidad que se desvanece para acoger unas fiestas populares.
El texto, perteneciente a El gallego y su cuadrilla, nos conmueve desde el mismo momento en el que el narrador toma partido a favor del moribundo y denuncia la capacidad asombrosa del género humano por abstraerse de las preocupaciones de los demás. En este contexto se hace gráfico el dicho de que nadie escarmienta en cuerpo ajeno.
La vela de la existencia amenaza al matador —valiente ironía— con consumirse de un instante a otro, al mismo tiempo que la luz eléctrica y artificial de las bombillas hace acto de presencia para iluminar la plaza. Esta ficción narrativa encierra la parábola del hombre actual que contempla desde la distancia cómo medio planeta está sumido en la desesperación y la otra mitad piensa que nunca va a ser alcanzado por el rayo traicionero de la catástrofe.
La otra mitad se lava las manos en el fregadero del olvido dejando escapar por el sumidero los gritos de ayuda, cogiendo la toalla de la indiferencia para secarse el miedo y descartando la posibilidad de que esa situación le pueda salpicar en el futuro.
A gran escala se reproduce diariamente la escena entre el agonizante Horchatero Chico y el pueblo en fiestas. Tan sólo hace falta echar un vistazo a la prensa o a las televisiones para comprender que al más débil (Llámese África o Hispanoamérica, por poner algún ejemplo) siempre se le cae la casa encima y se ve obligado a luchar contra su propia miseria. Confío en que el hombre contradiga la última frase del fragmento de Cela que guarda en su brevedad el aroma nefasto de las frases lapidarias: «El médico dijo que volvería.»