Celos

Celos

La mayor dificultad del ser humano estriba en saber dónde están los límites entre lo correcto y lo extravagante. El puente entre la realidad y la ficción es tan delgado que uno se desenvuelve en ambas orillas sin darse cuenta y de manera inconsciente. A veces la buena voluntad termina por arruinar unos sentimientos nobles y en otras ocasiones la imprudencia nos salva de situaciones peliagudas. Los extremos se besan con una pasión descontrolada cuando entra en escena el amor y los celos pueden desbaratar el fuego de una relación o por el contrario ayudan a dar el empujón necesario para afianzarla. Todo depende de la intensidad de la desconfianza. El hombre es tan complejo que puede sentir placer cuando provoca la sinrazón de los celos en su pareja, puesto que piensa que ésta no permanece indiferente ante otros cantos de sirena, pero puede convertirse en un problema en el momento en el que empiezas a considerarla como algo tuyo, como una posesión. ¿Quién es el encargado de establecer las fronteras? ¿Hasta dónde puede uno estirar la madeja de la vida sin romperla?

¿Son tan sólidos los hilos de la amistad o del amor como para desgastarlos gratuitamente? Demasiadas preguntas para una misma respuesta. Uno debe buscar siempre un cierto equilibrio entre los dictados de la razón y los impulsos de sus instintos. Los límites en el amor los suele poner la otra parte, pues uno es capaz de sostener sólo un cabo de la cuerda. Uno debe atar en corto los lazos irrazonables del corazón sin necesidad de tener que escuchar diariamente la banda sonora de nuestra inteligencia. Solemos cometer el error de mirar el pasado para compararlo con el presente cuando las circunstancias y las personas varían considerablemente, cuando quien ha cambiado por completo es uno mismo. El verdadero inconveniente es que tenemos la costumbre de escucharnos demasiado.