La poesía

La poesía

En un mundo en el que la poesía queda relegada al cajón del olvido y pocos se atreven a hincarle el diente a la sobremesa de los versos, algunos sitios me sorprenden gratamente. En Prado del Rey vive un grupo de aficionados a la escritura que se enfrenta al miedo del papel en blanco sin tapujos de ningún tipo. Desbaratan el tópico romántico de que las ideas difícilmente se ajustan a las palabras, pues algunos de ellos se sienten más cómodos cuando hacen uso de la pluma para sacar a relucir la tormenta de sentimientos que albergan en su interior. Son corazones en estado puro. Son aprendices del verbo que escriben a golpes de latidos. Para componer un poema sólo hace falta sensibilidad, captar la realidad externa desde dentro. Muchos sueñan con emprender el vuelo a la manera de Luis García Montero y otros posan sus ojos en el amplio caudal de los clásicos. El nexo de unión es la poesía.

Cada uno la concibe de manera diferente y personal. Cada uno se define tanto por lo que dice como por lo que calla, por lo que siente como por lo que sugiere. Cada uno constituye el grueso de un verso que configura en su totalidad un poema. Cada poema que florece en el alma de un ser humano apunta a un libro abierto en el que nuestra vida se filtra de manera inconsciente.

La mayoría de la gente tiene en la cabeza la descabellada opinión de que la poesía se escapa a sus intereses, pues requiere un esfuerzo innecesario para los tiempos prosaicos que corren. Puede que tengan razón si se contempla una sola cara de la realidad. Sin embargo, en el escenario de la lírica el individuo puede identificarse con el estado de ánimo del escritor y, por tanto, puede sentir empatía por los demás. La razón equilibra sus fuerzas con el sentimiento. Según Chenier, el arte no hace más que versos; sólo el corazón es poeta. Recordemos que fue la poesía la primera manifestación de la literatura que, al ir acompañada de un instrumento musical llamado lira, recibió el nombre de lírica. Cantos del corazón que aún suenan en la memoria.