19 Feb Libertad de pensamiento
Aunque a simple vista parece que los jóvenes de hoy en día corren demasiado y se saltan varias etapas capitales de su vida, la realidad es bien diferente, pues la madurez se hace rogar tanto que algunos son incapaces de tomar decisiones por sí mismos. Los tiempos modernos adoptan una velocidad de crucero que nos impide asimilar el complejo entramado de la existencia dejándonos a la deriva sin ni siquiera una brújula que llevarnos al alma. Caminamos desorientados durante gran parte de nuestra juventud hasta el punto de que nos sentimos arropados por nuestros padres de una manera contraproducente. Hay quienes se aferran a este sistema de crecimiento para siempre. Es más sencillo seguir el ritmo que marcan otros. Jóvenes eternos que se niegan a crecer. También existen personas que necesitan la libertad como el aire que respiran y siguen atrapados entre las paredes de la casa familiar porque el mundo laboral que les ha tocado vivir no les resulta nada favorable.
La vivienda desajusta los precios de cualquier trabajo decente, ya que aquella no siente vértigo entre el carrusel de las cifras y el empleo es un joven de letras que siente pánico por los ceros. En este estado de cosas la independencia personal a veces está reñida con las posibilidades reales de cada individuo, así que la única vía de escape pasa por arrostrar las circunstancias vitales de cada uno con nuestra mejor cara. Es un consuelo de tontos que muchos se encuentren en la misma situación. De todas formas e independientemente del éxito final, merece la pena enfrascarse en esa batalla, en la lucha por ser diferente sin tener que ser distinto a los demás. Tal vez uno no pueda alcanzar la libertad económica, pero sí es libre para la libertad de pensamiento. Pensemos que somos libres en la medida en que nos dejamos llevar sólo por nuestros propios ideales. Agarremos el toro de nuestra vida por los cuernos. Es peligroso y excitante a la vez. Y el fracaso carece de importancia si al menos lo hemos intentado. Podemos ser esclavos en todas las facetas de la vida, pero nadie puede ponerle cadenas a nuestra cabeza.