PRÓLOGO PARA CUANDO HABLA EL CORAZÓN, DE MARÍA MATEOS LÓPEZ, ESCRITO POR ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN

PRÓLOGO PARA CUANDO HABLA EL CORAZÓN, DE MARÍA MATEOS LÓPEZ, ESCRITO POR ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN

María Mateos López nace a la vida en la sierra y a la literatura en el mismo instante en el que abre sus ojos por primera vez. No ha sido bandolera, pero ha poblado su años con esos fantasmas, con el sueño fértil de la tierra que la ha hecho fuerte, con el árbol de la infancia cuyas raíces se enredan en la frontera de los recuerdos. El campo le ha enseñado que la vida está hecha para aquellos que persiguen sus objetivos sin morir en el intento, para aquellos que se aferran a su destino con el propósito de llevárselo por delante. Tal vez la tierra haya sido su única maestra, aunque en ese paraje natural ha aprendido el sentido del verdadero locus amoenus, un lugar amable en el que la naturaleza se erige como protagonista, donde el campo se hace verde y la esperanza surge sin necesidad de que se siembre, donde la música la ponen los pájaros y el murmullo de las personas se pierde bajo el rumor del río. No ha tenido la fortuna de vivir en unos tiempos en los que el hombre es capaz de permitirse el lujo de renunciar a los estudios. Sin embargo, ha aprendido a enfrentarse a la realidad con el arma indispensable de la razón y ha puesto el alma a todo aquello que nos emocione.

No me extraña que sea confitera, pues desde que tengo uso de razón ha buscado la golosina del verso como un gato que lame las heridas de sus hijos, léase tiempo. Ha limpiado al folio de la palabra innecesaria. Ha escrito con el corazón en una mano y la pluma tiritando en la otra a modo de latido y de esponja que absorbe todo lo que contempla. Ha sentido como anciano al que se le cae el mundo encima y como joven atrapado entre la manzana podrida de las drogas. Ha jugado al escondite con la máxima que dice que el tiempo se nos muere entre los brazos. A pesar de que la vida no le ha permitido una formación cultural amplia, ha estudiado la vida con el entusiasmo del autodidacta dispuesto a captar el paisaje de sus sentimientos. Sintiendo el paisaje como si fuese suyo.

María Mateos dignifica el papel de la mujer desde todos los ángulos: Siente admiración por la Virgen María y por el ser más necesitado. Siempre tiene una palabra amable que regalar a los oídos sordos. Su literatura podría definirse como mística en el sentido de que sus versos están corregidos por la ternura que siente hacia Dios. Ese espíritu divino le proporciona las alas suficientes para vestir el invierno del papel con el abrigo de un verbo cálido. La voz de María Mateos se deshace en caricia. Palpemos atentos su canto. Escuchemos con los ojos el sabor dulce de su poesía.