PRÓLOGO PARA EL SECRETO DE LA TARDE, DE ANA MARÍA GARCÍA MACÍAS, ESCRITO POR ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN

PRÓLOGO PARA EL SECRETO DE LA TARDE, DE ANA MARÍA GARCÍA MACÍAS, ESCRITO POR ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN

Definir la poética de Ana María García Macías supone desnudar la personalidad de una mujer que entre la ciencia de los números y los números de la ciencia ha conseguido dejar un hueco en la escritura, ha sabido encontrar el equilibrio renacentista del hombre de letras y el hombre de armas en una moderna versión que aúna la visión bipartita de la realidad, que hermana el mundo de las matemáticas, de la física y de la química con el universo de la lengua y de la literatura.

La poesía de Ana María late con la fuerza de un corazón que se desangra en cada palabra, con el misterio de un yo que se deshace en un universo multicolor como los pétalos dormidos de una margarita que deshoja el inocente calendario de una mujer de 20 años, con la caricia de un viento ajeno que no tiene más remedio que desmayarse a las puertas de su alma, con el ímpetu rebelde de un verso que desafía al mundo entero, con la música callada de una tarde nerudiana que en su silencio contiene más palabras que cualquier charlatán de turno que no sabe detener esa hemorragia.

En sus versos se derraman las olas de una vida que ha jugado al despiste, que la ha tratado con desdén y con locura, que la cura con el sabor añejo de un amor a los seres más allegados, de un amor a una cueva moral que se encuentra en su mente, que le ayuda a superar el trance de una muerte, que se interroga por el sinsentido de una existencia:

Por qué no me sepultaste / en las páginas de la vida, / para que mi volátil esencia / desplegara sus alas en un cielo de papel. (EVOLUCIÓN, POR QUÉ NO ME OLVIDASTE)

En ese cielo de papel busca la esencia atormentada de una lectora que no aspira a enseñar al hombre, que en la mansión de la ignorancia se erige en una sabia, en una heroína consciente de sus limitaciones y por esa razón, capaz de abandonarse bajo las aguas del subconsciente para encontrarse a sí misma:

Yo no quiero conocer nada, / sólo quiero saber quién soy. (EVOLUCIÓN, POR QUÉ NO ME OLVIDASTE)

Ana es una mujer de armas tomar. Desenfunda la palabra a la menor ocasión, cuando el cosquilleo que la atormenta por dentro explota en forma de verso, de un poema que palpita en el corazón de una mujer rebelde, en un agua trasparente que, a modo de espejo, reproduce el rostro asombrado de cualquier lector. Ana ama por el simple placer de darse a los demás, roza las púas de una rosa que sonríe en la llama ardiente del horizonte, se hace amiga de la soledad con el fin de no encontrarse sola:

Dos rosas ensangrentadas / a mi boca dan de beber. (SENTIDOS)

Siempre tiene un grito sordo que guarda para aquel que le enseñó que la vida es un camino de rosas y un camino de espinas, para aquel que le dio el premio merecido de una existencia, para aquel que la invitó a afrontar el futuro con la humildad de quien está agradecido con lo que tiene, para aquel que la dejó en los brazos de una madre. A su padre y a su madre, y a sus lectores se dirige Ana María García Macías:

Deja que hable tu pluma / a través de mi garganta. / Cuando sientas que estás solo / lee un poema, y yo estaré contigo. (HOMENAJE A MI PADRE).