ANÁLISIS DE SUEÑOS DE HADAS SIN HADA MADRINA, DE ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN, POR GONZALO FIGUEROA

ANÁLISIS DE SUEÑOS DE HADAS SIN HADA MADRINA, DE ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN, POR GONZALO FIGUEROA

Es un tópico decir que el azaroso destino de los hombres depara sorpresas extrañas y que los hechos que, en un momento de la existencia, te ocurren, sin uno ni remotamente adivinarlo, andando el tiempo van a adquirir un valor premonitorio en tu vida. En mi caso, cuando hace más de diez años atrás, viviendo en un pueblo serrano de Sevilla, actué en diversos papeles que me asignó Basilio Martín Patino al dirigir allí la película sobre los horribles sucesos de 1933 en Casas Viejas, no podía imaginar que llegaría un día en el que esa localidad de La Janda, de triste memoria, sería mi frecuente paradero de afectuosas y alegres peregrinaciones. Porque, transformado en el Benalup de hoy, el viejo y paupérrimo caserío que apiló sus muertos a la sombra de la misma enladrillada parroquia, es una población pujante, moderna, inquieta y solidaria.

Fue precisamente en ella donde asistí, hace pocos días, en su acogedora Casa de la Cultura, con sus rojas butacas distribuidas en forma de pequeño anfiteatro totalmente ocupadas, a la presentación que hizo Juan José Téllez de “Sueños de hadas sin hada madrina”, último poemario de Alejandro Pérez Guillén.

Una vez más, en el original prólogo, Téllez nos sitúa, con ingenioso brillo, en medio de la personalidad del poeta y del pueblo: “Delgado y a primera vista fosilizado en la apariencia de la juventud, sabe que el mundo no termina en las lindes del término municipal, que ya no es aquel viejo poblacho como los que solían aparecer en los campos machadianos, demasiado lejos de las librerías y peligrosamente cerca de la fe del carbonero.”

Y es muy cierto, porque este afanoso y meritorio bibliotecario, filólogo, actual aprendiz de Doctor y activísimo promotor de la cultura en su pueblo, mantiene los ojos y los oídos abiertos a todas las expresiones, dondequiera que se emitan o publiquen, además de ser, arropado por su gente, el poeta de su terruño nativo.

Presidida por el alcalde Francisco González Cabaña, reconocido con enorme cariño por el autor como su primer maestro de literatura y con quien se fundió en un cálido y emocionado abrazo, la presentación tuvo un contenido profundo y ejemplar, demostrando que no podemos desalentarnos en materia de promoción de la lectura literaria. Porque era encantador observar la interminable cola de asistentes entusiastas que, al finalizar el acto, querían una dedicatoria en el libro recién adquirido.

En sus bellos versos, Alejandro habla con ternura a su familia, a sus amigos, a los poetas jóvenes que admira y quiere, a las piedras y flores de su entorno y, como no, a sus amores:

“Me estoy acomodando a dormir contigo/ cuando la lámpara curiosa de la noche/enciende el deseo de los amantes/”.

Jean Cocteau sostenía que la poesía era indispensable, pero que no podía decir para qué…

Leyendo a Alejandro Pérez Guillén, voy descubriendo una de las múltiples respuestas que el francés no supo o no quiso encontrar. Porque el poeta de Benalup-Casas Viejas hace buenos todos los sentimientos que lo colman, enalteciendo, una a una, las expresiones del amor que abriga su generosa naturaleza.