EL SASTRE DE LAZARILLO

EL SASTRE DE LAZARILLO

Versión realizada por alumnos de Ubrique basada en la novela Lazarillo de Tormes

Lazarillo siempre andaba con extraños hasta que se fue con un barbero que lo adoptó bautizándole con el nombre de David. Se dirigieron a su casa y allí Lazarillo se dio cuenta de que su amo era una persona rica, pero pronto descubrió que era muy cruel. El barbero lo maltrataba dándole collejas a todas horas sin ningún motivo que las justificase. La paciencia tiene un límite y el amo estaba rozándolo. Lazarillo se cansó de ser golpeado y decidió tomar venganza. El barbero era un hombre tan mayor y tan enfermo que ya no trabajaba en la barbería, pues se le había ido un poco la cabeza y David estaba dispuesto a sacarle partido a esa locura. Una mañana muy soleada David sacó al amo creyendo que iba a la enfermería y lo llevó al parque. Entonces el amo le dijo: – ¿Por qué me has traído al parque en lugar de la enfermería?, mientras por lo bajo masticaba una palabrota: Hijoputa. David le contestó de inmediato: – No estamos en el parque. Lo que ocurre es que estás perdiendo el juicio con tu enfermedad. Al instante David ató a su amo a una farola y avisó a un grupo de niños que se encontraban en los alrededores para proponerles un juego muy entretenido. La diversión empezaba tirándole objetos al barbero, de tal modo que a cada acierto se acumulaban puntos para la victoria cuyo premio consistía en darle una patada en la entrepierna. Tras varios impactos el amo se quejó tan amargamente que unos adultos vieron la escena y lo liberaron del árbol. Ambos se fueron a la casa para descansar, pues el dolorido anciano no tenía fuerzas aún para vengarse. Al amanecer el barbero despertó amablemente a David y le presentó un desayuno aparentemente muy apetecible. Medio dormido y hambriento se lanzó a darle un mordisco enorme. Era un sándwich lleno de bichos muertos y éstos le colgaban de la boca. David sintió náuseas, al mismo tiempo que le preguntaba qué me has echado en la tostada. El amo le contestó que nada, lo que a ti te gusta. David sospechó del amo que había consumado su venganza, pero le indicó que era hora de hacer las paces y de celebrarlo en la taberna de enfrente. El amo se tomó un montón de copas y estaba tan borracho que se tambaleaba por los lados. Salieron de la taberna y se marcharon hacia una tienda. En este nuevo lugar el amo derribó unos cuantos artículos de regalos sin contemplar el cartel de letras mayúsculas que había en la entrada: LO QUE SE ROMPE SE PAGA Y SI NO, AQUÍ UNA SEMANA, de modo que se tuvieron que quedar en la tienda 7 días porque no llevaban dinero encima y el tendero no se fiaba de dejarlos marchar. Durante una semana reinó la paz en la casa hasta que el amo apuntó hacia donde más le dolía a Lázaro con unas palabras cargadas de odio: – Tu madre no te quiere y por eso te dejó marchar. La reacción de David no se hizo esperar y en menos de lo que canta un gallo se marchó de la casa para siempre. Tras deambular de un lado para otro se arrimó a un nuevo amo. Un sordo que no tenía mucho dinero y al que para hablarle le tenía que escribir las cosas en una pequeña pizarrita que siempre la llevaba a cuestas. Este hombre tenía cara de angelito, pero por dentro era el mismo diablo. Como el sordo no sabía leer muy bien los labios, Lazarillo le soltaba tacos cada vez que lo importunaba. El sordo se aprovechaba de Lázaro que se encargaba de pedir limosna y cuando no conseguía el botín necesario, lo azotaba con un látigo. Toda la comida se la tragaba el amo y él tan sólo recibía las sobras cuando había. David se acostaba en el suelo sin manta y con un perro callejero que le hacía compañía. Al día siguiente se levantó desconcertado porque estaba amarrado con cuerdas en una silla. No entendía nada y el sordo le metió una paliza hasta dejarlo malherido. En cuanto se recuperó un poco, se marchó de la casa con una nota que decía: Me largo de esta pocilga para no verte más en la vida. David pasó varias noches entre cajas de cartón con un frío del demonio y unas horas que corrían muy despacio. Un sastre se apiadó de él y se lo llevó a su casa para curarle las heridas. Con el tiempo David se convirtió en algo así como un hijo adoptivo para el sastre. Conoció a una chiquilla de la que se enamoró, y a la que le contó toda su vida. Se hicieron novios y ya Lázaro no tuvo que cambiar más de amo.