18 Abr LAZARILLO DE LA SIERRA
Versión realizada por alumnos de Ubrique basada en la novela Lazarillo de Tormes
En un pueblo de Cádiz enclavado en la sierra vivía un niño llamado Lázaro que era muy pobre y que además era huérfano de padre, ya que murió en la batalla de Trafalgar. Su padre se llamaba Miguel Sáez y su madre, una campesina que respondía al nombre de Anita Mari Montes. Al ser campesina, no tenía bastante dinero para mantenerlo y se lo entregó a un pastor sordo con el que se topaba todos los días. Cuando el pastor le gastó la primera broma, empezó la aventura. Una noche como siempre estaba Lázaro comiendo pan. Estaba harto de comer siempre lo mismo y decidió que, mientras dormía el pastor, el sacaría la leche de sus ovejas para bebérsela. El pastor empezó a mosquearse y sospechar algo extraño, pues desde que se trajo a Lazarillo las ovejas tenían menos leche. Una noche lo pilló desprevenido, le metió un palazo por detrás y lo dejó sin conocimiento durante unas horas. Después de haber pasado este mal trago, Lázaro decide no ver más al pastor. Conoció a un amo nuevo que era curandero, pero se tuvo que marchar de Ubrique. El curandero era más listo que el pastor, de modo que no se salía con la suya casi nunca. Además, Lázaro se cansó muy pronto de ver enfermos y más enfermos y abandonó a su amo. El curandero intentó buscarlo, pero no dio con él. Dos días más tarde, intentaba Lázaro encontrar comida en la plaza del pueblo y vio a su antiguo amo que tenía cara de muy pocos amigos. Se escondió detrás de un puesto de instrumentos musicales. Más tarde se metió dentro de una trompeta muy grande y el curandero le preguntó al dependiente si podía enseñarle algunos instrumentos de viento. Ya no le daba tiempo de escapar y no tuvo más remedio que quedarse dentro. Pensando y pensando, pensó que su única salida era darle al curandero, cuando éste estuviera distraído, en la cabeza con la trompeta y así se fue corriendo a buscar un tercer amo. Corrió y corrió por la sierra. Encontró a un cazador con cara de pocos amigos, es decir, con muy mala leche, pero en el fondo tenía un corazón de oro. Era muy pobre, comía de lo que cazaba y algunos días ni siquiera comía. Lázaro creía que éste era el definitivo, pero se equivocaba, ya que éste no le daba ni para una migaja de pan. Un día, mientras cazaban, el hombre sin querer le disparó en el brazo, aunque en el fondo quería darle y herirle, porque no soportaba a los niños. Lázaro llegó a enfadarse tanto que, al marcharse, le dijo: Vete a donde picó el pollo, le escupió en la cara y salió corriendo, de nuevo otra vez, buscando a otro amo, aunque esta vez no era un amo, sino una anciana muy generosa que le daba a Lázaro todo lo que le pedía y cumplía sus deseos. Lázaro decidió quedarse allí, a ver cómo le iban las cosas, y además pensó que a la anciana le vendría bien esa compañía. Lázaro se adaptó muy bien a la nueva situación, empezó a estudiar y llegó la hora de marcharse para continuar sus estudios y fue entonces cuando conoció a la joven nieta de la anciana llamada Lucía. Era la chica más bonita que había visto en el mundo. Tras olvidarse de lo que había sufrido, se enamoró de ella y no se marchó. Pasaron los años y la generosa anciana falleció, pero Lázaro y Lucía tenían planificado su matrimonio y, después de unos años, tuvieron unas hijas preciosas, llamadas Lidia, la pequeña y Alicia, la mayor. Lázaro vivió sus últimos años en la sierra de Ubrique con su familia en cuya casa se halló este manuscrito gracias al cual conocemos esta historia.