LAZARILLO EN LA EDAD MEDIA

LAZARILLO EN LA EDAD MEDIA

Versión realizada por alumnos de Ubrique basada en la novela Lazarillo de Tormes.

Corrían los tiempos de la edad media cuando Lazarillo se sentía feliz en el reino hasta que un suceso inesperado enturbió el clima de paz: su madre había enfermado de la peste. Horas antes de la muerte de su madre, ésta le entregó 10 monedas de plata que había ahorrado con esfuerzo a lo largo de toda una vida. Como las desgracias no vienen solas, a la semana siguiente el conde le embargó la casa por no poder hacer frente a los impuestos. Lazarillo se quedó en la calle solo y con las 10 monedas de plata.
Lazarillo estaba sentado a las puertas de palacio cuando se le acercó un mayordomo preocupado por lo que le pasaba al indefenso niño y éste le respondió que había muerto su madre hacía unos días y que le habían embargado su casa. El mayordomo se compadeció de Lazarillo y le dijo si quería trabajar en el palacio. La respuesta no se hizo esperar y contestó que sí encantado, pero sin saber de qué.
Esa misma noche el mayordomo le entregó un traje de bufón y le susurró al oído: “Mañana por la mañana baja al comedor con el traje puesto.” Al día siguiente bajó a toda prisa y se encontró con el mayordomo que le dijo que lo llevaría ante el rey y que su misión consistía en hacerle reír. Cuando acabó su función, el rey estaba encantado con él. Le presentó a su hija Laura de la que se enamoró perdidamente. Ella también sentía algo especial por Lazarillo. Pasaron unos días en los que Lazarillo y Laura hicieron muchas cosas juntos.
Lazarillo se enteró de que había llegado un comerciante muy famoso, amigo del rey. El rey y el comerciante querían que sus hijos se casaran. El rey sabía que Lazarillo seguía los pasos de su niña y decidió vendérselo al comerciante. En la casa del comerciante todo era distinto. Su mujer era fea y gorda. El comerciante era un tanto tonto, al igual que su mujer. Su hija Rosalinda era como su madre, además de coqueta. El hijo del comerciante era muy creído. Rosalinda se enamoró de Lazarillo y el hijo del comerciante de Laura. La hija del rey, cuando se enteró de que Lazarillo ya no estaba y la habían comprometido con el hijo del comerciante, comenzó a llorar desesperadamente.
El comerciante era muy tacaño y apenas le daba de comer a Lazarillo. Rosalinda le llevaba de comer a escondidas pan y agua. El comerciante se dio cuenta y castigó a Lazarillo. En la taberna Lazarillo se veía obligado a bailar para ganar dinero. La gente se reía mucho de él y el dinero que ganaba se lo quedaba el comerciante y su mujer. Lazarillo se sintió muy mal y empezó a fraguar la venganza. Su amo tenía una cara poco agraciada, sus brazos eran demasiado delgados y fumaba y bebía como un cosaco. A veces llegaba borracho y olía a tabaco. Entonces Lazarillo se levantaba del pajar e iba a la cocina a robar pan. Por la mañana el comerciante se dio cuenta de que faltaba pan y enfadado dijo que vigilaría a partir de ese día durante la noche. El comerciante tenía la costumbre de lavarse al amanecer. Su mujer le ponía el agua caliente en un cubo de lata. Lázaro entró en el cuarto de baño antes de que el comerciante se bañara y le cambió el agua caliente por agua casi helada en pleno invierno. Cuando el comerciante se echó el agua encima, le entró un frío terrible. Estuvo en cama una semana con resfriado y gripe. Cuando empezó a mejorar, le vino encima el segundo lance. En la comida Lázaro le echó un picante especial. Al probar la comida, ésta picaba tanto como si se hubiera tragado todo el fuego de la chimenea. Pegó un brinco, acompañado de un grito ensordecedor que Lázaro aprovechó para escapar. Lázaro estaba de nuevo en la calle.
Al pasar por una tienda de la calle principal, se quedó fijo mirando un anillo para su amada Laura que costaba justamente 10 monedas de plata. Lo compró pensando que a Laura le gustaría.
Conoció a un mendigo y le prestó ayuda, pero éste era un rácano y le obligaba a pedir limosna y a hacer otras cosas. A Lázaro no le gustaba que le mandaran a hacer lo que él no quería. El mendigo era pobre. Llevaba siempre los mismos pantalones descosidos. Nunca manejaba dinero y gastaba la suela de los zapatos con la misma facilidad con la que caminaba kilómetros y kilómetros. Lázaro estaba harto del mendigo y pensó que era el momento de huir. Su amo estaba mal de la vista, así que en un descuido suyo, lo empujó hacia un charco que había frente a él. El mendigo se dio un gran golpe en la cabeza y en ese momento de confusión Lázaro escapó sin decir una palabra. Después de unas horas en solitario, Lázaro se tropezó en el camino con un hombre que se ofreció a conducirlo al reino. Al llegar a las puertas de palacio, se veía el balcón de Laura y a ella llorando. Cuando se asomó a la calle y vio a Lázaro corriendo por las escaleras, bajó rápidamente al jardín. Se dieron un beso y un abrazo tan apasionado que el rey no tuvo más remedio que sucumbir ante las evidencias. Su hija sentía un amor descontrolado por Lázaro y un padre no puede negarse ante un hecho semejante.
Lázaro le entregó el anillo y le preguntó si quería casarse con él. Ella de inmediato dijo: Me casaré contigo.