PLATERO Y LOS CUATRO

PLATERO Y LOS CUATRO

Versión realizada por alumnos de Espera basada en la obra inmortal de Juan Ramón Jiménez Platero y yo

Érase una vez un pobre anciano llamado Juan Ramón Jiménez. Él era muy honrado y vivía en una casa pequeña con su mujer y un tierno burrito llamado Platero. Ellos lo querían mucho dado que no podían tener hijos.
A la mañana siguiente un mensajero se presentó en el hogar familiar con una carta en la que se podía leer la grave noticia de que su mujer estaba enferma. Desde entonces en la casa se respiraba un ambiente de tristeza. Zenobia, la mujer del poeta, tuvo que ingresar en el hospital y a los pocos días falleció. Juan Ramón se sentía muy solo después de la defunción de su mujer. Sólo le quedaba su pequeño burro. Juan Ramón que vivía en la ciudad se mudó al campo en una hacienda humilde gobernada por una pequeña casa y un establo de proporciones mínimas.
En la nueva vivienda el poeta no llegó a sentirse solo, pues todos los días recibía la visita de 4 niños: Rosa, Nazaret, Mª Carmen y Dani, que le hacían la tarde más llevadera. Muy poco tiempo después, los niños encontraron a Juan Ramón inconsciente y lo llevaron al médico con urgencia. Había sufrido un grave infarto y estaba delicado de salud. Los chicos iban al campo cada vez que podían para cuidar a Platero y a su dueño. Juan Ramón les hizo prometer que, si algún día él faltara, ellos no abandonarían nunca a su querido burro. El amable anciano, natural de Moguer, no pudo sobrevivir a la muerte de su esposa y se fue con ella al otro mundo.
Los niños tenían que hacer frente a la promesa realizada y en un claro del bosque pusieron a Platero. Allí le llevaban comida y lo cuidaban, hasta que el frío se apoderó del lugar y Dani pensó que lo mejor sería hacer una pequeña choza que sirviera de refugio al animal. Hicieron acopio de tablas, tornillos, herramientas… para proteger a su amado burro de las inclemencias del tiempo. Una tarde Rosa y Mª Carmen que se adentraban en el bosque con alpaca fueron sorprendidas por dos chicos de su clase. Cuando llegaron al refugio de Platero, confesaron a sus amigos lo que les había ocurrido en el camino y que posiblemente las hubiesen seguido. Los perseguidores se colaron en el bosque a cierta distancia de las niñas hasta que decidieron regresar al pueblo para volver de nuevo cuando nadie los pudiese sorprender. En el momento en el que todos retornaron a sus casas, Antonio y Marcos siguieron la pista sobre el bosque hasta que el rebuzno de Platero les hizo descubrir el secreto de sus compañeros de instituto. Ya todo el mundo sabría el escondite de Platero, pues Antonio y Marcos se chivaron ante el profesor Martín que se lo dijo al director y éste llamó a los padres de los chicos. La pandilla fue sorprendida por todos, pero, en contra de lo esperado, no fueron castigados. Era increíble que unos niños de esa edad mostraran tanto amor por Platero.