18 Abr VARIACIONES DE LA VUELTA AL BURRO EN 79 DÍAS
Versión realizada por alumnos de Villamartín basada en la inmortal obra de Juan Ramón Jiménez Platero y yo
Tras un largo viaje, Platero llegó a Kenia. Le gustaría hacer tantas cosas, pero no podía retrasarse. Tenía 79 días para recorrer el mundo.
Dejó su equipaje en el hotel y decidió dar una vuelta en un todoterreno. Fue un viaje divertido en el que Platero empezó a conocer algunas de las costumbres de la región. Al anochecer regresó al hotel a descansar para estar lleno de energía a la mañana siguiente. Tenía que coger un vuelo a Brasil, concretamente a Río de Janeiro. Durante la noche Platero durmió plácidamente y sin preocupaciones. Al día siguiente Platero se levantó temprano, cogió su equipaje y se dirigió hacia el aeropuerto rumbo a Brasil. Cuando llegó a Río de Janeiro, se dio cuenta de que era carnaval y Platero buscó su cámara de fotos para retratar ese espectáculo único. También fotografió las selvas tropicales y el curso fluvial del río Amazonas. Le pareció que Brasil era un país espectacular. El tiempo se le empezaba a agotar y debía partir hacia el imperio del sol naciente, Japón. Cuando pisó suelo asiático, se llevó una gran sorpresa. Oriente era muy diferente a Occidente: su forma de vestir, sus estructuras, sus costumbres…
Platero dio un paseo por Kyoto. Se quedó admirado por su enorme torre y la bondad de sus gentes. Pero se vio obligado a marcharse al país del capitalismo, Estados Unidos. Contempló la imponente estatua de la libertad que le daba la bienvenida al país de la coca cola y del béisbol. La ciudad de New York ofrecía muchos sitios únicos. Platero se subió al Empire State y disfrutó de una vista increíble de la ciudad de las finanzas. Pero oscurecía y debía descansar. Fue a un hotel céntrico de New Cork y descansó como nunca lo había hecho porque tenía que volver a despegar. Iría a Oceanía, a Australia.
Cuando llegó al país de los canguros, lo primero que hizo fue tomar unas fotos y descansar. El vuelo había tenido que atravesar el Pacífico en su totalidad. Cuando hubo descansado convenientemente, observó las fotos de su travesía: observó los monumentos, sus paisajes… Mientras más mundo recorría, más se daba cuenta de lo diferente que era de España y añoraba su país con toda su alma. También sentía haber hecho esa estúpida apuesta con Juan Ramón y pensaba hablar con él nada más llegar a España.
Descansó en uno de los hoteles de Sydney y al día siguiente salió rumbo al país de la paella, de las tapas, del toro y del flamenco. Durante el trayecto iba pensativo. Había cumplido su promesa en menos tiempo de lo acordado. Le tendrían que cambiar su viejo establo y no tendría que limpiar la casa de Juan Ramón. Mientras entraba por las costas de Almería y aspiraba el dulce aroma de las costas mediterráneas, se le nublaba la vista y se le agrandaba el corazón. Estaba en España. Volvería a ver a sus amigos los niños y a Juan Ramón.
Nada más llegar y, a pesar de estar cansado y somnoliento, fue a ver a Juan Ramón. Y cuando Platero fue a entrar en la peña galguera, Juan Ramón estaba allí bebiendo unas cañas. No se lo creía. Platero había conseguido su propósito. Ambos se abrazaron y el burrito le enseñó las fotos de la travesía.
-Son magníficas, exclamó con sorpresa Juan Ramón. Lamento haber hablado así de los burros y haber juzgado tus conocimientos.
-No pasa nada, sentenció Platero. El viaje que me he dado es mejor que cualquier premio o apuesta.
-Aun así te cambiaré el establo y haré lo acordado. El mejor amigo del hombre es el burro.