16 Mar PRÓLOGO DE MATAR A NARCISO, DE ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN, ESCRITO POR JOSEFA PARRA RAMOS
El poeta ha querido crecer.
De niños, cuando el proceso del desarrollo se cumple, dan fe del “estirón” (palabra de las abuelas y las madres) los bajos de nuestros pantalones y los añadidos en los costados y mangas de nuestras camisas. En el caso de un crecimiento espiritual como el de nuestro amigo, el poeta Alejandro Pérez Guillén, es este libro de poemas, Matar a Narciso, la prueba palpable, la confirmación en palabras e imágenes. El poeta se ha propuesto crecer y ha crecido.
Me gustan los libros que declaran abiertamente su propósito. Me gusta que un título nos guíe a través del laberinto del poemario, que el autor nos ayude a cruzarlo poniendo en nuestras manos la brújula de un nombre, de una frase, de una intención.
Matar a Narciso es matar esa parte de nosotros mismos que se recrea con demasía en el propio yo. Es buscar al otro y buscarse (siendo otro, más alto, más maduro, más vivido) en un espejo interior y no en el azogue externo o en las aguas de un río que quizá sea “el ajeno frío del agua”.
A través del análisis de las experiencias del amor, el desamor, la amistad, el trabajo, los sueños, el sujeto de estos versos va dejando atrás etapas (ya agotadas, pero bien y hasta felizmente consumidas) para acabar enterrando al ser que fue, y recibiendo, bajo un sol que promete nuevas victorias y nuevas vivencias, al hombre recién nacido.
No ya Narciso sino Lázaro, o quizás Osiris: resucitado, transfigurado en otro, con el ejercicio aprendido de la muerte y el dolor, pero con la esperanza de una existencia más plena.
Alejandro Pérez Guillén nos ha regalado con este libro un diario de vida y de muerte que no ha de entenderse, en ninguna forma, como una derrota sino como un relato iniciático, el recuento de una ascensión hasta llegar a la madurez, al equilibrio, a la sazón del alma y del cuerpo.
JOSEFA PARRA