09 Abr SEVILLA GÓMEZ, PEDRO. Y ERA LA LLUVIA, AMOR
Y ERA LA LLUVIA, AMOR, PEDRO SEVILLA
Cuando uno juega con las estaciones y recurre a la exquisita ternura de un beso, muerto de amor, en brazos del recuerdo, cuando la primavera enciende todas sus luces y, sin embargo, nos quedamos a oscuras en cuanto se pierde tu mirada, cuando el otoño llora en vano la pérdida de unas pestañas, en forma de hojas, que corren sobre el suelo brumoso de los sueños, cuando la primavera y el otoño se confunden entre la niebla del pasado, no tenemos más remedio que calentarnos las manos del alma con un poquito de fuego, soplando a pleno pulmón sobre las brasas del deseo, en el intento fallido de agarrar con fuerza aquella época que nos hizo feliz, aquella época que recordamos desde la distancia sin que nos duelan sus espinas, ese dolor silenciado que rebrota con un guiño de sol en la memoria.
Pedro Sevilla se adentra en el mundo de la poesía con Y era la lluvia, amor, un poemario que nada tiene de primerizo y mucho posee de corazón. Quizás le falte el poso de una madurez, imposible de asumir en torno a los 30 años. Quizás gane en una naturalidad y espontaneidad que nos habría robado, sin darnos cuenta, esa tan bien mirada edad madura. El poeta cree en el amor, a pesar de la muerte o gracias a ella. Busca la luz de unos ojos amados para refugiarse bajo la luna triste de los párpados a la espera de que ella los cierre y pueda quedarse para siempre en el columpio de esa luz.
Pedro Sevilla esboza unas palabras que laten en las entrañas humanas del poema y un corazón que escribe la honesta caligrafía de los sentimientos como quien va dejando en el camino retazos sangrientos de un pasado en ese afán de inmortalidad al que se aferra todo ser humano para luchar contra el tiempo en la lucha despiadada por la supervivencia.
Junto a esa historia de amor que nos acompaña durante todo el libro, subyace un amor más prosaico y general, una preocupación por nuestras raíces, una lucha en contra de los tópicos aplicados al andaluz, una denuncia abierta hacia la represión franquista, un grito claro hacia las injusticias. El amor no nos impide ver la realidad que nos aprisiona, la verdad que palpita ante nuestros ojos. Simplemente nos hacer ser más humanos.