FRANCOS, AITOR. UN LUGAR EN EL QUE NUNCA HE ESCRITO

FRANCOS, AITOR. UN LUGAR EN EL QUE NUNCA HE ESCRITO

UN LUGAR EN EL QUE NUNCA HE ESCRITO, AITOR FRANCOS

Hay quienes siguen el camino más fácil y se dejan arrastrar a favor de la corriente, sin atreverse a dar un paso en falso, pues circulan por carreteras abarrotadas, por plazas tristemente transitadas, por lugares donde las aglomeraciones no te hacen quedar mal, pero tampoco te ayudan a que se oiga tu voz lo suficientemente alta. Aitor Francos se muestra ajeno a este tránsito y se entrega a tumba abierta, con el riesgo de ser incomprendido, con el valor de aceptar que puede equivocarse más que los demás, aunque también con la satisfacción de haber trazado un mapa propio, una red de carreteras vírgenes, por donde deambula libre y sin ataduras el genio áspero del verso. Y no es áspero porque desarrolle una lírica sin pulir, porque falten horas de trabajo, sino de manera deliberada, pues sólo de esa forma se asemeja a la realidad. Los poemas son ecos de la vida, pero la vida hay que vivirla para no tener que escribir un poema.

Un lugar en el que nunca he escrito desmiente abiertamente al título, pues Bilbao y los alrededores se convierten en el escenario donde descansa alguno de sus textos, como si ubicara los poemas en el mismo espacio vital en el que discurre el día a día del hombre. Una poesía descarnada, con un lenguaje impropio de la lírica que refleja la sordidez del mundo. Un lenguaje duro, sin rodeos ni medias verdades, sino como reflejo de la propia vida. Paralelo a este marco tan directo como puñaladas que se empeñan en alcanzar las conciencias, brota con naturalidad un lenguaje culto, con un sinfín de referencias librescas, con el guiño cómplice a muchos de sus maestros desde Garcilaso, Unamuno, Blas de Otero… Un mundo de contrastes que procura huir de la visión maniquea de la existencia, pues concibe un poema lleno de curvas, una personalidad tan humana que no oculta ni sus dolores ni sus alegrías. En definitiva, un ser humano con todas sus debilidades, con todas sus fortalezas. Lleno de contradicciones.

Aitor Francos escribe un verso acertadísimo que reza así: “El hombre camina hacia el pasado”, o lo que es lo mismo, uno escribe la ausencia para hacerla presente en el poema. Describe las noches de alcohol de unos jóvenes, de una sociedad que no encuentra salida a sus deseos, a sus sueños, al mismo tiempo que descansa sus huesos sobre un escritorio en el que se manchan de verdad muchos folios, en el que el esfuerzo en numerosas ocasiones se dirige al cubo de basura, en una prueba palpable del oficio de escritor, de que no sólo muestra talento, sino que procura depurar la técnica.

En Un lugar en el que nunca he escrito la literatura surge, a veces, como bálsamo al mal trago de la vida. El poeta intenta adelantarse al poema, mirarse en el río del verso, a la manera de Narciso, con el deseo de adentrarse en él, ahogarse entre palabras. Adentrémonos en estos poemas y corramos el riesgo de ver la vida igual que la contempla Aitor Francos.