SENRA, MANUEL. LO QUE ME DEJÉ EN LA NIEVE

SENRA, MANUEL. LO QUE ME DEJÉ EN LA NIEVE

LO QUE ME DEJÉ EN LA NIEVE, MANUEL SENRA

Los inviernos requieren del calor de la palabra para protegerse del frío y la distancia es una hoja que se desprende del árbol con la memoria intacta de la rama. Los inviernos reclaman el sol de una caricia para hacerse más humanos, como ese tronco desnudo que extiende sus brazos por todas direcciones. Los inviernos están cargados de lluvia o de lágrimas y la noche se consuela con un puñado de sueños. Quien no es capaz de alzar el vuelo, difícilmente puede mantenerse de pie sobre la tierra; a duras penas, sabe deambular sobre las sombras.

El recuerdo es una muerte que pretendemos rescatar en el folio y la nieve son esas cuartillas asustadas que reclaman las huellas de un pasado. Por mucho que nos empeñemos en borrar sus rastros, en besar sus rostros, no hay modo de caminar descalzo,  no hay forma de atrapar la caligrafía de sus manos.

Manuel Serna recorre los fiordos de Noruega, desanda el paisaje helado del olvido, busca el sur de sus pupilas en el norte estrellado de la aurora, acuesta las tardes en la alfombra del tiempo y adopta el viaje como un paso generoso hacia la reflexión, como un relámpago que estalla en el horizonte, antes de dejarnos en penumbra. Esboza en el aire la carcajada sonora de la belleza, gracias a la cual la vida nos compensa de las caídas. Tropieza de nuevo y se levanta en busca de la luz. Sueña, con un libro en las manos, una existencia más amable. Ha aprendido a leer entre huellas no sólo la mancha de unos pies, sino el latido desenvuelto de la conciencia.

La breve evocación de un beso enciende de deseos la soledad y el verano en la nieve es una carretera de cicatrices que se desangra bajo nuestros ojos. Si pisas demasiado fuerte, corres el riesgo de hundirte en la nada, sin que la nada sea la muerte, pones en juego el pulso acelerado de un corazón que desafía el miedo de afrontar los silencios a pecho descubierto.

La fractura de la dicha se produce cuando el amor no llega y la nieve no es tan fiera si me agarras de la mano. Si la memoria se detiene un instante y descansa feliz en el poema.