23 Dic PRÓLOGO PARA UN RECETARIO DE MUERTE, DE ANTONIO ANASAGASTI VALDERRAMA, ESCRITO POR ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN
UN RECETARIO DE MUERTE
En contadas ocasiones el engaño tiene su punto de dulzura y la dulzura a veces provoca un dolor de muelas que late en la conciencia, como esos recuerdos que acuden a la memoria, cuando la nostalgia se empapa de tristeza. Nada es lo que parece. Cada uno puede enfocar la existencia de mil formas diferentes. Antonio Anasagasti Valderrama la concibe como un juego, en ese ejercicio divertido de inventar infinitas formas de abrazar la muerte. Más de cien historias breves donde la imaginación se introduce en los recovecos de la realidad y la realidad camina a ciegas por el mundo despiadado de la ficción.
El éxito de Aghata Christie consiste en que el lector ha de tener ante sus ojos la misma información que los personajes de la historia, con la idea de desempeñar el papel de detective durante unas horas. Un recetario de muerte conserva los mismos ingredientes que han desfilado por sus libros anteriores: unas líneas mínimas para presentar a los personajes que tienden a vestirse bajo el atuendo de la soledad, una atmósfera de misterio que envuelve poco a poco al protagonista y al lector. Nos lleva a recorrer todos los matices de la emoción: asombro, miedo, felicidad y llanto. La vida forma parte de la literatura y la literatura se llena de matices gracias a la vida. Remata los microrrelatos con un giro brusco, en busca de la sorpresa, en busca de la sonrisa.
Meterse en la piel del asesino puede suponer una terapia eficaz para liberarnos de ciertas situaciones de tensión a las que nos empuja la rutina, como quien lanza una flecha sobre el centro de la diana con el único afán de verse a una distancia objetiva.
Antonio Anasagasti sale de caza. Es indispensable atar con cuerdas los fantasmas que nos habitan. Se llena las manos de sangre y de latidos. La pasión es un ingrediente necesario para darle sentido a nuestros pasos. Escribe unas cartas antes de viajar a la luna. Describe con añoranza una práctica que parece quedar enterrada bajo los escombros de las nuevas tecnologías. La palabra es el medio más apropiado para desatarles las alas a los sueños. Busca la fe en un convento. Se niega a creer en la maldad del ser humano. Asiste al naufragio de unas pateras. Sus recetas se hacen más nutritivas con un componente de denuncia. Deambula por la historia hasta seguir los pasos de Hitler. Recorrer las calles abiertas de la conciencia y las mentes estrechas del pasado es una conducta que nos impulsa a reconciliarnos con nosotros, y muda el corazón en cada palabra. Su prosa nunca nos deja indiferentes. Su aspecto lúdico es una máscara que oculta los múltiples aspectos de la supervivencia.
Antonio Anasagasti se refugia bajo el calor de la familia. Explora el cuerpo sonriente del amor, como las piezas sueltas de un rompecabezas, desperdigadas por el suelo, a la espera de que unos dedos inquietos se entretengan. Un modo de encontrarse a sí mismo. Una manera de que el lector recoja el fuego que lo encienda.
Un recetario de muerte va más allá de la lógica. Besa los pies de la incomprensión, al sumergirse de lleno en los fenómenos paranormales, como si el mundo esotérico se convirtiera en una metáfora que pretende darle significado a los aspectos más oscuros del comportamiento humano.
Antonio Anasagasti se atreve a desatar al animal que hay en cada uno de nosotros, en esa psicología inversa en la que desfilan, sin pudor, los instintos más primitivos. Un clima de terror que en determinados momentos nos trae a la memoria la figura de Edgar Allan Poe.
Después de caminar descalzo por el sendero herido del pasado, después de explorar con los ojos y la palabra todos los matices del miedo, el presente se erige como el escenario proclive para poner de manifiesto una de las lacras actuales de la sociedad: La lucha sin cuartel por el poder. Una censura que no lleva a cabo el autor, sino que son los propios protagonistas quienes se definen por sus actos. La venganza es la cruz de nuestros propios errores.
Un recetario de muerte es un libro que tiene por objetivo el entretenimiento. Sin embargo, el autor no se resiste a colocar cierta dosis de reflexión, de espejo donde cada uno puede reflejarse sin dificultad. A fin de cuentas, no hay mayor aprendizaje que aquel que uno adquiere cada vez que entierra a su propio yo. El humor se identifica con ese cordón suelto con el que tropezamos continuamente en el camino y gracias al cual la tragedia llega a nuestros oídos, y podemos soportarla. Antonio Anasagasti es capaz de tejer con maestría los hilos desatados de la vida, abordando sin descanso los diversos colores de la muerte.