31 Ene ANÁLISIS DE RE-FLEXIONES: EJERCICIOS PARA EL CORAZÓN, DE ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN, ESCRITO POR FRANCISCO ALBERTO SÁNCHEZ MAZO
Querido Ale:
Te escribo esta carta a modo de presentación porque la correspondencia (conversar con un amigo desde la distancia, pero con cercanía) me va a permitir re-flexionar, nunca mejor dicho, sobre tu nuevo libro. Por cierto, deberías haberme advertido de que no leyera el prólogo: es magnífico y da todas las claves para adentrarse no solo en esta obra, también en tu estilo y en tu mundo creativo; difícil tengo aportar algo original.
Empecemos por el título y el subtítulo: Re-flexiones. Ejercicios para el corazón, propio de tu singular estilo: jugar con las palabras, combinar sus significados y retorcerles las sílabas para abrirlas a nuevos paisajes. Quería comentarte respecto a la palabra re-flexiones que, si bien está emparentada con el silencio y la necesidad de no gritar (a las cuales te entregas en la intimidad del epílogo), en las 85 reflexiones que forman el libro hay también algo de grito y algo de nerudiana canción desesperada.
Detengámonos en la temática de la obra, que puede resumirse con las siguientes palabras clave y expresiones: amor, corazón, alma, pecho descubierto, sueños, pasión, duelo, labios, beso, memoria, batalla, conquista, derrota, tropiezo, caída, amistad, cordones, olas, Real Madrid… y Antonio. Son impagables y divertidos (y muy generoso por tu parte compartirlo) los pasajes en los que te refieres a tu hijo. Se nota que ves y vives más vida a través de él.
Me han parecido también muy tiernas las alusiones a tu infancia y a tu juventud; en este punto, quiero recordarte que ya mostrabas tu timidez enamoradiza cuando para ligar escribías cartas a las chavalas (no diremos nombres, pero fueron unas cuantas). Luego, la escritura te ha servido, y uso palabras tuyas que has dirigido a otra persona, «para comprender que empleas las letras como un modo de huir de tu universo, como un modo de acorralar a tus fantasmas, como un mecanismo eficaz de supervivencia».
En relación con la ternura y el Amor con mayúsculas, el texto que anticipa el poema que le dedicas a tu madre Antonia («Día de la madre») me parece sublime, sencillo y directo, e incluso desprovisto de lirismo, muy emotivo y delicado. He de decirte que, aunque escrito en prosa poética, el jugo de este libro, si se pudiera exprimir como una fruta, daría poemas, haikus y más versos. Al leerlo, uno se da cuenta de que, por encima de todo, eres poeta y que probablemente en esta ocasión has desatado el corsé de la poesía y has ensanchado los versos sin renunciar al lirismo, la cadencia y la metáfora. Por tanto, Re-flexiones es el libro de un poeta, pero también podría ser el libro de un cardiólogo pasando consulta o de un cirujano en medio de un trasplante: «Vivo con el corazón a la intemperie», «Escribir con el corazón quizás no sea saludable, pero deja una huella imborrable en la memoria», «como si la vida pudiera medirse a golpes de corazón», «escuchar la banda sonora de otros corazones»… También, podría ser el libro de un consultor sentimental, o directamente el del doctor Amor: «Cada vez que amamos es otro yo el que se entrega», «Quiero estar loco porque es la mejor forma de estar vivo», «Esta noche necesito que el calor de tus ojos desmonte todos los inviernos», «el beso es el modo más elocuente de diálogo sin palabras», «los labios se fundieron en un abrazo espontáneo», «Quien no es capaz de volar está incapacitado para el amor»…
O el libro de un terapeuta del autoconocimiento y la supervivencia: «Yo, definitivamente, me lanzo al vacío», «Me lanzo de cabeza a la piscina de la vida sin mirar muchas veces si en su fondo hay agua», «Cada vez me conozco más a fondo y, en definitiva, el único que me tiene que aguantar toda la vida soy yo», «Alguien que se enreda en las telarañas del lenguaje y se da cuenta de que no sabe cómo abrirse hueco entre los puntos suspensivos», «sólo cuando pongo por escrito lo que siento, soy capaz de ver la realidad con nitidez», «He comprendido que una parte del camino se hace a oscuras», «Vivir de sueños exclusivamente no es vivir la vida», «La vida es un relámpago en mitad de la noche», «las risas son muy numerosas y los llantos están destinados a cantarse en soledad»…
Como en todos tus libros, los textos están repletos de imágenes originales e insólitos juegos de palabras: «los sueños previos al sueño», «el desconcierto toca sus mejores notas», «el sonajero de la sonrisa», «el papel en blanco de tus labios», «no dispongo de todo lo que quiero, pero sí quiero todo lo que tengo», «mente de aumento», «Que el silencio se duerma y me despierten tus palabras», «el murmullo de tus ojos, el rumor de tus besos», «la sed del agua», «Un paso al frente es un paso atrás hacia el recuerdo», «abrirle la cremallera a la niebla», «acariciar los sueños con la piel de la memoria», «hacer cosquillas a las emociones», «disfrutar del paisaje bajo la serpiente aburrida del río Barbate en un cortejo de retamas»…
Ale, aunque no lo hayas pretendido, el libro te retrata, o te retratas en el libro. En este sentido, no estoy de acuerdo con una observación del prólogo según la cual «el carácter personal de tus textos es meramente anecdótico». Pienso todo lo contrario: está tu esencia, estás tú, tu modo de ver la vida, de caminar por los días, de pensar, de sentir, de latir, de superarte, de pelear las penas y disfrutar las alegrías… No te inventas un personaje que te describa, este libro es Alejandro Pérez Guillén cien por cien en primera persona. Es un manual de instrucciones para conocerte y reconocerte. Si, al hacer examen de conciencia escribes para ti, escribes para los demás. Ya lo dijeron García Márquez («escribo para que me quieran») y con más tino Joan Manuel Serrat («canto para tocarle el culo a las chicas»). Así, cada cual tiene la llave de su caja de Pandora y sabe un conjuro para reunir a sus fantasmas y charlar con ellos; cada cual, conoce un camino para bajar a regar sus infiernos; cada cual, tiene una técnica para masajear y manosear su corazón roto, un modo de revelar sus sentimientos, una forma de «ajustar cuentas con sus recuerdos»; cada cual, tiene un peldaño en el cielo y un asa en el suelo, y una manera de elevarse sin red, pegársela y resucitar; cada cual, tiene una brújula y un mapa a Itaca; cada cual, en definitiva, tiene un bisturí para abrirse en canal…
Así que cada loco con su tema: los hay que callan, rumian y tragan; los hay que hablan de más y desperdician tiempo y palabras; los hay que se flagelan; los hay que se emborrachan; los hay que corren hasta no poder más; los hay que destruyen y se autodestruyen…, y los hay que escriben párrafos como este: «Me cuesta la misma vida dar un paso al frente. Parece que voy a morir en el intento, porque, cuando lo doy, es para no volver la mirada atrás. Me arranco a pellizcos la herida. Me lleno las manos de sangre. Me vacío del todo hasta que no queda un mínimo aliento del pasado. Suele ser muy intenso, tremendamente doloroso. Aunque efectivo. Es el único modo que sé de salir airoso de las desgracias».
Los hay como tú, Alejandro, que te muestras, te sinceras y automedicas a través de tu escritura. Bendita sea.
Un abrazo de tu viejo amigo Fran.
PD: Ya que hablamos de poesía. Si hay justicia poética, Antonio saldrá culé, como el abuelo Pepe.
FRANCISCO ALBERTO SÁNCHEZ MAZO