27 Feb ANÁLISIS DE RE-FLEXIONES: EJERCICIOS PARA EL CORAZÓN, DE ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN, ESCRITO POR AIDA RODRÍGUEZ AGRASO
ANÁLISIS DE RE-FLEXIONES: EJERCICIOS PARA EL CORAZÓN, DE ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN, ESCRITO POR AIDA RODRÍGUEZ AGRASO
Conozco a Alejandro desde hace ya tiempo. Porque el que es responsable de la Biblioteca Pública Municipal de su tierra, Benalup, cuando éramos jóvenes (ojo: no es que no nos sintamos jóvenes ahora; me refiero a cuando lo éramos más por cuestiones de edad), cuando estábamos, entonces mejor dicho, en la edad de ser jóvenes, ya realizaba una incansable labor como animador cultural allá donde le llevaba su inquietud.
Y le aseguro que su inquietud cultural siempre ha sido mucha. Me lo encontraba en los lugares más variopintos, más heterogéneos, de toda la provincia de Cádiz e incluso más allá. Y si de algo me acuerdo perfectamente del día que lo conocí no es del acto que nos congregaba, ni siquiera de dónde se celebró. Recuerdo su sonrisa, esa sonrisa de hombre bueno y afable que me dedicó desde el primer momento y que no solo se le dibujaba en la cara sino también en los ojos.
Dicen que los ojos son el espejo del alma. Hay veces que no, que te engañan, y más de la cuenta; pero en el caso de Alejandro es una verdad como un templo.
Mírenle. Tiene la mirada limpia, risueña, como la de un niño que mira un escaparate de golosinas, porque para él la vida tiene mucho que ofrecer. Mantiene Alejandro los ojos bien abiertos ante una cotidianidad que se derrama ante él y de la que sabe recoger hasta las más minúsculas gotas. Esas que para el común de los mortales pasan desapercibidas, que se limitan a formar parte del oleaje de un charco. Para Alejandro no.
Y dirán: ¿qué tiene que ver todo ello con este libro que hoy presenta, el séptimo de su producción? Pues todo. Porque en él Alejandro Pérez escruta los sentimientos, la cotianidad que le rodea y, en fin, la vida, con la sabiduría de quien se ha tomado la molestia de reflexionar sobre sí mismo. Con la facilidad de quien los conoce y, quizás lo más difícil, huyendo de los lugares comunes de la sensiblería y sin ningún rubor para reconocer los errores que uno, aun sin querer, puede cometer. Dos frases y un texto como muestra:
“Vivir de sueños exclusivamente no es vivir la vida”
“Mi objetivo descansa en ser mejor persona cada mañana, aunque no siempre he estado a la altura. Los errores cometidos han sido el camino adecuado para el aprendizaje”.
“Hay quienes esperan en la comodidad de un sofá que la vida les llene los bolsillos de asombro, que el amor se derrame a la orilla de sus labios, como ese vaso de ginebra que ahoga, bajo el hielo, el grito enfermo de la soledad. Que el tiempo se apiade de los pusilánimes, cuando las horas carecen de memoria. Hay quienes se dejan arrastrar por las circunstancias, como esa nube, sin voluntad propia, que no tiene más remedio que volar a merced del humor caprichoso del viento. Hay quienes enfocan cada paso como un desafío y cada desafío como el paso cotidiano de sus días. Hay quienes tropiezan sin miedo a la caída. Hay quienes caen por miedo al tropiezo. Hay quienes se ponen de pie antes incluso de besar el suelo. Hay quienes sueñan con la certeza de que el pulso se acelera con el riesgo. Yo no sé qué decisión van a tomar ustedes. Yo, definitivamente, me lanzo al vacío”.
Ya lo advierte el prólogo escrito por Ana María Gomar Barea: “En ‘Re-flexiones: ejercicios para el corazón’ encontrarán a un autor que no finge con verdades, no miente ante el dolor u otorga proporciones excesivas a su felicidad. Solo describe, con su habitual aptitud para la palabra, la experiencia que lo asalta en cada esquina de este laberinto al que llaman vida”.
Alejando estructura este libro en cinco partes. No voy a desmenuzarlo porque no es mi cometido; creo que es el autor el más capacitado y el que debe describirlo, así como desentrañar, si le apetece, las motivaciones que le movieron a redactar cada texto y cada poema y a mostrarlos, en un ejercicio de sinceridad que le honra, a sus lectores, que son ustedes. Pero sí que sé que cuando uno escribe, escribe para contar y para contarse, y en ese sentido encuentro en este libro a un Alejandro Pérez maduro, sincero, emocionalmente desnudo. Un Alejandro Pérez que, en textos que nacieron para ser compartidos, describe los sentimientos con la minuciosidad de un entomólogo, con la serenidad de quien está de vuelta pero también de quien sabe que aún quedan muchas vueltas por dar. Sin untar de vaselina los crudos momentos del desengaño pero también buscando con el rabillo del ojo ese pequeño rayo de esperanza que a veces, más que saber que está ahí, se intuye. Sabiendo que un arco iris se desvanece pero que disfrutará enormemente contemplándolo mientras está ante sus ojos abiertos, de hombre bueno y amable. Ya lo dice él mismo: “Si no crees en los sentimientos como un sistema capaz de conducirnos por el mundo, apague el interruptor de sus ojos y no siga adelante. Escribir con el corazón quizás no sea saludable, pero deja una huella imborrable en la memoria”. Cuando lean este libro, porque les aconsejo desde ya que lo lean, sentirán esa huella que Alejandro nos regala con su prosa.