06 Jul SÁNCHEZ SANZ, PEDRO. RAZÓN DE LAS ISLAS
RAZÓN DE LAS ISLAS, PEDRO SÁNCHEZ SANZ
El aire no se desata cuando grita. Es más sabio cuando se acurruca en la rama en sombras de un árbol, en el sueño cercano de una nube y deja la caricia dormida en la conciencia. El aire es un latido que suena desde dentro. Abajo, sobre la alfombra despierta de unas hojas, sobre el otoño en ciernes de la vida, una serpiente aparece para desmentir la idea de que la muerte descansa en un mordisco, sino que las heridas forman parte del paisaje. El hombre se desnuda en el papel como antídoto contra el paso del tiempo. El hombre muere tantas veces como sonrisas es capaz de ofrecerle al rostro triste del mundo. El hombre canta en los trinos de los pájaros, tiembla en el débil gesto de unos pétalos que sobreviven a la afilada espada del invierno, araña el silencio con la libertad de su vuelo. Firma con el viento el pacto secreto de la carne.
Pedro Sánchez Sanz nos enseña que la existencia es una playa desierta que dibuja en la arena las huellas de la ausencia, es una isla perdida que en su soledad de agua nos invita a la reflexión, se desviste de engaños bajo la desnudez de una costa que siente los pasos inexpertos de todo aquel que camina. Razón de las islas nos da a entender que no es necesario desenvolverse con los ojos abiertos para advertir bajo los dedos la llama del amor.
Pedro Sánchez Sanz teje con la palabra un locus amoenus donde las aves se elevan por encima de los sueños, donde el rumor de las olas repite la melodía cotidiana de nuestros sentimientos, donde un tronco quieto nos ofrece ese abrazo de sombras dispuesto a protegernos ante el sol desbocado de la realidad, donde el silencio es el modo de interpretar el camino con un lenguaje que todos entendemos. Razón de las islas nos arranca, con una escritura en calma y un tono sosegado, las prendas que se aferran al cuerpo sin más sentido que una máscara, como esas rosas que defienden su belleza con un ejército de espinas. Pedro Sánchez Sanz derrama una poesía tremendamente sólida en un universo que hace aguas por todas partes. Mostrarnos vulnerables a veces es el mejor método para apresar con el corazón los latidos que nos esperan. La única forma de mimar la inocencia que nos falta.