GONZÁLEZ, ANDRÉS DAMIÁN. ENTRE DOS VERTIENTES

GONZÁLEZ, ANDRÉS DAMIÁN. ENTRE DOS VERTIENTES

ENTRE DOS VERTIENTES, DE ANDRÉS DAMIÁN GONZÁLEZ

 

El agua no tiene voluntad de estar quieta. Se comporta exactamente igual que el silencio. Da saltos de alegría por el campo. Salpica con su risa a las retamas. Y canta. Es un murmullo que el viajero adopta como banda sonora del camino. El agua observa el paisaje. Medita como lo hace el silencio. Ambos sacan unas sillas a la calle. Se sientan. Sienten cómo la tarde se duerme entre sus brazos. Se asoma la luna y el amor sueña entre suspiros.

El campesino se llena las manos de barro y de vida. Cultiva la paciencia de la misma forma que le ha enseñado la tierra. Surca el suelo de cicatrices. Las mismas que ha ido dejando el sol en su frente. Ara el presente y cubre de semillas el futuro. Se detiene. Hay un aire de romanticismo en el arte de la espera. Llega el agua y el silencio. Tarde o temprano brota la esperanza.

El hombre ha abandonado la calma. Desconoce el significado de la pausa. Y se atropella. Incendia los valores. Deja que se quemen los árboles. Impide que los pájaros sobrevuelen las ilusiones. Que las hojas dancen bajo los notas de un piano o del viento. A la risa le gusta la música. Se enreda en el cabello de una canción. Con este atuendo tan modesto salta a la palestra la poesía. Con la voz del pinsapo. Con la sencillez de una planta que agita las amables cunas de sus ramas. Con la sabiduría del anciano que recorre las calles sin las urgencias del tiempo. Y bebe en las fuentes del pueblo donde han saciado la sed animales y personas.

Irrumpe el último aliento de la madre como un pozo que inunda la memoria. La guitarra se hace sabia entre gemidos y las pateras se afanan en encontrar un beso de mar que las salve. En una barca se mecen los sueños. Un pescador arroja la caña a lo lejos y una estrella recoge el anzuelo. El poeta le otorga alma de colchón a los cartones de los mendigos. Y le quita los calcetines al recuerdo. Aparece un punto intermedio entre dos vertientes: el poeta y su mundo, el hombre y su pueblo, el agua y el silencio. Allí donde el alma aprieta la mano y el verso sacude el amor por la vida.

 

ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN