03 Mar MÁRQUEZ ROLDÁN, EVA MARÍA. COCINANDO SUEÑOS
EL VUELO DE LA MARIPOSA (RESEÑA DEL LIBRO DE RECETAS COCINANDO SUEÑOS A CARGO DE LA EDITORIAL ALFAR).
Nunca he estado de acuerdo con las etiquetas. Son dudas, miedos o inseguridades de los demás que te arrojan a la cara para ejercer cierto control sobre tus pasos, para cortarle el pelo a la divertida niña de la locura, para que no puedas desmelenarte con tanto descaro. ¡Qué complicado es desprenderte de los rótulos, acabar con los tópicos sin mancharte la ropa! Tampoco soy tan iluso como para pensar que todo es posible si uno pone todo su empeño. No siempre es verdad. Hay que saber convivir con las frustraciones. Pero entre un universo y otro existe un camino paralelo. Cometemos el error de mirar el horizonte con los ojos, con los nuestros, con los que piensan del mismo modo. Con los que disponen de las mismas armas. Eva María Márquez Roldán viene dispuesta a mostrarnos que la imaginación tiene unos vuelos más elevados que la mirada. Hay armas como abrazos que se inclinan más a la caricia que a los disparos. Hay armas como las hojas en otoño que danzan bajo la cintura del viento y caen al suelo sin hacerse daño. Hay armas tan simples como unas palabras de amor. De este modo es como se desenvuelve. Así es como se entrega. No es de extrañar, por tanto, que trabaje con personas con diversidad funcional. Y ha hecho algo tan hermoso como difícil: Les ha tapado los ojos. Les ha abierto el corazón. Les ha dado las herramientas para caminar a ciegas hacia un paraíso que contemplaban imposible y desconocido. Con naturalidad. No ha forzado ninguna puerta. Sencillamente ha dejado abierta la suya como si ese esfuerzo tan descomunal solo fuera un efecto secundario, sin importancia, de la magia que lleva dentro. Les ha enseñado a trepar a los árboles, a acariciar las nubes con los pies, a cocinar los sueños. Ha tejido con la pluma azul de la ternura un mundo al revés, más diverso, más humano.
Eva María Márquez Roldán defiende en un libro de recetas titulado Cocinando sueños la diversidad como el primer paso para la igualdad. La sociedad no puede atar las manos de aquellos que llevan alas en los dedos. La derrota está más próxima en aquellos que cuentan con todos los medios y no saben sacarle partido a la pasión. La victoria está más cerca de aquellos que se crecen en las adversidades, aquellos que, conscientes de sus limitaciones, se sienten a gusto en el noble ejercicio de desafiar las fronteras. Hay personas diferentes que pueden servirnos de modelo. Interpretan el día a día mejor que nosotros. Sin prisas. Con ganas. Si nosotros estamos más pendientes de las dependencias que nos atan. Ellos buscan inteligentemente las independencias que los unen. Las nubes se llenan de latidos. Y es más fácil trabajar con quienes las sienten en la piel que para los que se enfocan en mirarlas.
Eva María Márquez Roldán me ha presentado a sus alumnos. Hay corazones que se convierten en el hogar más propicio para cubrir de sabores la inocencia. El amor se sirve en un plato sencillo. No necesita adornos excesivos. Basta con una mesa alrededor de la comida, con un salón modesto donde cuelgan las lámparas curiosas de la sonrisa y un par de cuadros que retratan la emoción de unos pinceles. Basta con el pasillo estrecho de una cocina donde se ponen en juego las ilusiones. De nada sirve quemarse los dedos si la llama no brota del alma. Los alumnos con diversidad funcional descubren que la independencia ya no es una utopía. Yo los he visto seguir la ruta del supermercado, salir airosos del laberinto de los números, adquirir los ingredientes indispensables para alimentar los sueños. Y cocerlos a fuego lento, la forma más encomiable de conservar los recuerdos, el modo más rico de tejer la paciencia, la manera más sabrosa de atrapar la vida. Y, sin duda, te atrapan con pequeños gestos, con miradas tan puras como torpes, con la timidez de las mejillas sonrosadas, con el aliento sincero de sus voces, con el calor con el que encienden los abrazos. EVA sigue recogiendo pedazos para unirlos. Y a cada uno le otorga el valor que le corresponde. ¿Quién no se ha roto alguna vez? Al final no somos tan distintos. Aquí tienes un libro de recetas que nos enseña a paladear la vida. Aquí tienes una vida llena de matices y de sabores al alcance de la mano, a la altura del pecho que late con entusiasmo.
ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN